Ese, uno (cualquiera, no 1, 2… Estos solo cuentan abstracciones), un tal, fulano. La forma más antigua de designar, la más refractaria al cambio y al trapicheo en el sistema de las lenguas. Quizá, por eso también, por su rebeldía a la manipulación, la que más ofende a los ofendibles:
-¿Quién ha sido, ése?
-No, ese no, esa.
O, por el contrario, escondiendo al sujeto:
-Pero ¿quién te lo ha dicho?
-Qué más da, uno…
Y, cómo no, en el mundo de los hombres, las mujeres sin nombre: “una cualquiera”, una fulana”…
CONTINUARÁ
Visitas: 36
