Yo es que «sufro» con el español hablado y escrito contemporáneo, tanto como me enfada la norma académica del ESPOFCON. Al hilo de mis lecturas de De los nombres de Cristo, de Fray Lus de León, que me hacen llorar de placer, por el español «radiactivo» en que está escrito, me dan ganas de llamar a esta otra lengua castellana menesterosa de ahora «lenguaje de rufianes», como hizo Benjamin con la jerga de los filósofos de su tiempo…
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