A veces las conversaciones fragmentarias que nos llegan de gente por la calle a través del móvil, son surrealistas y con un punto que inspira la imaginación. Esta mañana, una daba paseos cortos delante de un bar con el telefonito pegado a la oreja, más sería que un guardia civil. Sólo cabeceaba afirmativamente de vez en cuando. De repente se paró, más sería aún y, con voz ronca, preguntó:
-¿Dónde coño estás?
Qué gran comienzo para una novela…
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