¿Quién?

-¿Quién, Pepe?

¿Y qué es Pepe?

-No, Manuel

¿Y qué es Manuel?

Los nombres propios no son nada, no significan nada, son pura genealogía, simples deícticos. Pero como son genéricos (en nuestra cultura), necesitan algo más, otro adorno, digamos, pues somos, más o menos, hijos de algo o alguien (el padre).

La inseguridad en el uso de los nombres propios se ve muy bien en el Quijote (que, al menos, tiene la suerte de elegir su propio nombre).

Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quijada, o Quesada, que en esto no hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben; aunque, por conjeturas verosímiles, se deja entender que se llamaba Quejana. […]

[…] Puesto nombre, y tan a su gusto, a su caballo, quiso ponérsele a sí mismo, y en este pensamiento duró otros ocho días, y al cabo se vino a llamar don Quijote; de donde -como queda dicho- tomaron ocasión los autores desta tan verdadera historia que, sin duda, se debía de llamar Quijada, y no Quesada, como otros quisieron decir. […]

(Don Quijote I, cap. 1)

Más adelante:

[…] los valientes españoles Pedro Barba y Gutierre Quijada (de cuya alcurnia yo desciendo por línea recta de varón), venciendo a los hijos del conde de San Polo […]

(Don Quijote I, cap. XLIX)

Pero todo ello porque él es un hidalgo, un hijo de algo. Sancho, por el contrario, como no lo es, no tiene apellido pues “Panza” es un apelativo, un mote…

Así que a la pregunta ¿quién es? la mejor respuesta posible es

-Uno, el que habla…

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