¿Qué hace uno aquí? (Apuntes, 9)

Introspección sobre mi porfiada participación en las redes libres…

¿Qué hace uno aquí?

Algunos vivimos una posición paradójica en el seno de esta sociedad, sin poder integrarnos de lleno en el estruendo que la ocupa y sin atrevernos tampoco a romper con ella, aunque con frecuencia nos hastíe. Vivimos en cierta forma infiltrados, intentado ser agentes dobles.

Hago mías estas palabras de Ignacio Castro, para el comienzo de esta introspección. Porque, en efecto, es un buen momento para preguntarme qué hago aquí, tras todos estos años de porfiada participación en la red libre…

Lo primero es que no estoy para criticar ni combatir los peligros de las grandes plataformas empresariales F & T. Cualquier persona medianamente bien informada debe saber de sus peligros y que, integrándose en ellas, vende su alma al diablo. F & T existen, están ahí porque ganaron esta supuesta “guerra” entre redes sociales que algunos ingenuos creen todavía que está teniendo lugar.

A mí mismo, durante los cortos periodos en los que compartí en ellas, me resultaron útiles: estuve en contacto con alumnos y conocí, e hice amistad, con periodistas y escritores a los que admiro y respeto.

Así que si emigré pronto al viejo joindiaspora, a identi.ca -después pump.io- y finalmente a redmatrix /hubzilla, donde he terminado poniendo el huevo, lo hice por una elección personal, ética y estética (en el sentido en que un código, su concepción y desarrollo tienen también una “poética” y una belleza) y por ninguna otra razón de las que se estilan. Nunca me he dejado engañar por la ilusión de que en estas redes uno es inespiable o anónimo. En todo caso, Pepe Gotera y Otilio lo tienen un poco más difícil, pero soy consciente de que desde que se sale a internet, uno está siendo ya rastreado, y localizado e identificado con un poquito más de tiempo…

Tampoco tuve nunca la ambición de tener un millón de amigos o me gusta. El poquito de vanidad que uno pueda tener, ya lo tengo cubierto con creces con el cariño o admiración que he recibido de alumnos, amigos y unos pocos lectores…

Tampoco creo que esté aquí para dar a conocer “mi obra” -que bien escasa y discreta que es, valga lo que valga, por otro lado- o algo parecido.

Y si tampoco estoy aquí porque crea en el “activismo” (que a mí me recuerda más la manía de las “actividades” que tienen muchos compas de profesión) ni en su efectos reales, a no ser Tuiter para las convocatorias puntuales de gente en protestas y asambleas. Pero eso no tiene sentido en la España rural en la que vivo… Ni por ninguna clase de proselitismo, porque no tengo ninguna bandera para convocar a nadie. Tal vez, mi viejo prurito de enseñar, ese me lo reconozco a veces…

Y si no es nada de eso ¿qué hace uno aquí? Creo que es, sobre todo, por departir con algunos pocos amigos que he ido haciendo, en un ambiente tranquilo y discreto, por dejar una huella, como la baba del caracol, de lo que uno va leyendo y pensando a propósito de esto o lo otro, por disponer de una plataforma de publicación en línea tan potente como esta de Hubzilla (que más que un producto, como dice su creador, es un evolutionary art) y, finalmente, por aprender de otros y otras, a veces de lugares tan remotos como Noruega o México y poder sentirme un poco nómada, ya que mis circunstancias personales me han hecho tener una vida sedentaria…

Por algo de todo esto, sigo por aquí, con estos años y estos pelos :-)

Es el aburrimiento, amigo

Creo que fue Casiano, en el siglo V, el primero que escribió sobre el aburrimiento. Más en concreto, sobre el aburrimiento de los monjes, la acedía, una mezcla de hastío del espacio cerrado de la celda y del vacío mental de la repetición ritual de la vida cotidiana: horror loci y horror vacui. La acedía, ocasión siempre para la tentación y el pecado, se combatía con la ocupación total del tiempo entre los rituales religiosos y el trabajo manual, el ora et labora de los benedictinos…

El aburrimiento contemporáneo es de otro tipo y tiene que ver más con la ocupación de la vida, programada en tramos de tiempo regulares (horas, semanas, años) que los señores del tiempo y las plusvalías han ido disponiendo con la escolarización perpetua y con las jornadas laborales. Pero sobre todo, tiene que ver con la ocupación del futuro entendido como un tiempo plano y muerto, el tiempo del interés bancario, de los seguros o de las pensiones y vacaciones. Es un futuro cuyo señuelo es una promesa de felicidad o descanso, siempre postergado y nunca cumplido, pero que siempre funciona por eso mismo. El aburrimiento es más ostensible justo allí donde se supone que acaba: en las tristes fiestas, diversiones y borracheras previsibles…

Parecido a la acedía medieval, es el aburrimiento escolar -que puede ser creativo, siempre lo he defendido, en la ensoñación adolescente, mientras se le dibujan bigotes al retrato de Machado- conscientemente provocado, pues la ruptura continua del tiempo en tramos horarios fijos está pensada para la domesticación y el desaprendizaje, en que el hastío provocado por el cambio continuo es parte fundamental…

La cultura del proyecto

Leo Indisposición general. Ensayo sobre la fatiga., un libro de Martí Peran. Es una lúcida crítica a la hiperactividad (capitalista, nietzcheana) y la “autoproducción” (hazlo tú mismo, hazte y rehazte, emprende…) contemporáneas. Leo cosas tan interesantes como esta:

La idea de proyecto es la fórmula retórica que engloba mejor la hiperactividad autoproductiva. La propia vida es concebida como proyecto en lugar de como biografía. Una vida como devenir biográfico conlleva una sucesión de experiencias con solución de continuidad. En una vida biográfica se cruzan por igual ilusiones cumplidas y desengaños sobre el filo de un tiempo único. La vida bio-gráfica se dibuja de forma paulatina en un trazo continuo. La vida como proyecto, por el contrario, es una vida sometida a la flexibilidad y la atomización. Cada uno de los modos de ser del sujeto de la autoproducción lleva inscrita una fecha de caducidad. Para que se mantenga operativa nuestra inquietud productiva, no podemos detenernos en ningún modo de aparecer. La visibilidad que nos constituye ha de ser permanentemente reconfigurada.