Para imaginar cómo es la habitación en la que vive una trabajadora doméstica interna hay que pensar en un cuarto generalmente sin ventanas, una cama de metro ochenta o metro noventa, una pequeña tele y casi ningún espacio para guardar ropa y objetos personales. Y eso si la habitación existe.
Del ‘cuarto de la criada’ al camastro de la cuidadora: las internas siguen trabajando como en los años 50

Esas soluciones de vivienda denigrantes son inseparables de la vulneración de los derechos laborales, explica Espínola. Por un lado, resulta casi imposible establecer un horario estándar, puesto que no hay un sitio al que marcharse cuando se acaba el trabajo. Y en realidad el trabajo no se acaba nunca. Las jornadas muchas veces empiezan a las seis o siete de la mañana con los desayunos y pueden terminar más tarde de las once de la noche, si hay que recoger la cocina tras la cena
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