Pintar a la clase obrera

Este es un tema sobre el que he pensado y escrito muchas veces y sobre el que volveré pronto en este weblog. No solo me ha interesado como objeto de conocimiento, sino que capturó y condicionó gran parte de mi vida. Para abrir boca, este estimable análisis publicado en Jacobin.

En los años previos a la Gran Depresión, la Escuela Ashcan rechazó las normas del mercado del arte, optando por un realismo inspirado en la vida de los trabajadores portuarios, los vendedores ambulantes y las familias inmigrantes de las ciudades en proceso de modernización.

Pintar a la clase obrera

Imagen/foto

Aprincipios del siglo XX, muchos pintores occidentales trataron de realzar el mundo visual mediante la glorificación. Los retratos de políticos y miembros de la alta sociedad infundían orgullo a los sujetos adinerados, mientras que los paisajes y las obras narrativas contaban historias épicas en enormes lienzos. En Estados Unidos, la revolución industrial alteró el paisaje de todas las grandes ciudades con el rápido aumento de los rascacielos y la presión de los trabajadores sobre la piedra de afilar.

Los pintores burgueses no estaban preparados para retratar el desarrollo urbano y sus efectos en la gente corriente, pero un grupo de artistas de la clase obrera captó el espíritu de esta época yendo contra la corriente. Estos artistas, conocidos como Escuela Ashcan, se habían curtido como caricaturistas políticos durante el auge del periodismo de investigación. Trabajar en los periódicos les acercó a este entorno social en rápida industrialización, inculcándoles un sentido de presencia periodística. Sirvieron a la prensa como lo haría la cámara fotográfica unas décadas más tarde, llevando su arte del postimpresionismo al realismo documental.

[…]

Dirigida por el influyente artista y educador Robert Henri, la Escuela Ashcan reunió a pintores de tendencias socialistas y anarquistas —como John French Sloan y George Bellows— y a pintores progresistas como George Luks, William Glackens y Everett Shinn. Su apodo se debe a una queja dentro de la publicación socialista The Masses, donde algunos de ellos trabajaban como ilustradores. Un miembro del personal se lamentaba de que los artistas publicaban demasiados «cuadros de latas de ceniza» (en inglés, pictures of ash cans), en referencia a sus representaciones poco sentimentales de la vida en la ciudad y de temas proletarios no tradicionales. Lejos de desanimarse, los artistas se identificaron positivamente con la crítica y el nombre se mantuvo.

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Apuntes, 2

demonizacion-clase-obreraBárbaros o ilotas

Pierre Rosanvallon, en su La société des égaux, cita un artículo de Le journal des débats de 1831 como representativo de una asociación, común en la época, entre la clase obrera y los bárbaros. Traduzco:

Los bárbaros que amenazan la sociedad no están en el Cáucaso ni en las estepas de los Tártaros; están en las barriadas de nuestras ciudades manufactureras.

También, según el sociólogo francés, fue común el término ilota (los siervos de Esparta, un escalón por encima de los esclavos) para nombrar esa situación de enajenación social que se otorgaba al proletariado, «aquellos que han quedado fuera», según Auguste Blanqui.

Los miserables son acusados, en estos años, de que su conducta desordenada es la causante de su triste condición social, con lo cual, queda justificada la desigualdad. La mala conciencia burguesa la explica una y otra vez como consecuencia de la imprevisión, el derroche, la corrupción, la gula o la afición a la bebida…

¿Heredan esa condición de ilotas, de bárbaros, los emigrantes poscoloniales contemporáneos? Tengo que leer, para profundizar en esto, La demonización de la clase obrera, de Owen Jones, sobre el odio a los chavs (¿equivalentes a nuestros canis, chonis o pelaos?) en la sociedad británica actual …

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Hablan y hablan sin cesar, pero no dicen nada…

La educación en España ha entrado en un laberinto como el del Minotauro, y lo que es peor: sin un hilo como el de Ariadna para reencontrar la salida. La enseñanza de la filosofía o la Música desaparecen de las enseñanzas medias. A lo que veo en un adelanto del programa electoral de Podemos, donde no se las menciona, van a seguir los despropósitos u ocurrencias de lunáticos: se habla ahí de introducir en la ESO una asignatura-cosa a la que llaman «Inteligencia emocional». ¡Cuánto más hermosa y llena de sentido era la llamada de Piaget: «Más corazones para las aulas…»!

En ese mismo programa se reclama una enseñanza universal ¡desde los 0 años! La infancia expropiada, los niños criados y educados por funcionarios del Estado… ¡Qué grima!

A una de las «lumbreras» del pensamiento español, José Antonio Marina, asesor de estas cosas para alguno de los partidos políticos emergentes, embarcado en su particular visión de la necesaria reforma del sistema educativo, se le «ocurre» reinventar la rueda y recupera la vieja idea de relacionar los sueldos de los maestros con los resultados de sus alumnos. O sea, la productividad capitalista traducida en porcentajes de aprobados.

¿Pero con qué tipo de materia prima trabajamos los profesores y qué mercancía elaboramos y ponemos en el Mercado? Con los niños, naturalmente, una mercancía delicada y fundamental para la reproducción especializada de los trabajadores según las leyes de la competencia … Así de crudo, atrevámonos a decirlo.

Se aprende a pesar de todo esto, en los despistes o momentos mágicos, entre las líneas … Todo lo demás es la famosa historia llena de ruido y furia contada por un idiota, según el exacto diagnóstico sobre la historia humana de Shakespeare, hace ya cuatro siglos.

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Territorializarnos

Tal vez no deberíamos dejarnos enredar más por ese círculo vicioso de los derechos y deberes. Al plantear las cosas en términos de «derechos» adoptamos la configuración de una mónada o país cuyas fronteras están definidas por su contrario: los «deberes» o los «derechos de otro». Ocurre así con todos los conceptos: cada uno se define por la negación de su complementario. Así «libertad», definida (¿y cómo demonios se puede definir eso?) por su contrario «esclavitud», solo que como, en realidad, la libertad es un término negativo, libertad de algo o frente a algo, su complementario -como aún enseñan- es el «libertinaje», la libertad mal entendida, digamos…

En esta entrada del blog yo ensayaba otro intento de salir de esos cercos del pensamiento, con la ayuda de unas metonimias hechas con las manos, de tal manera que, frente a la mano que pide y la mano que da, un eje en el que los derechos son entendidos como reivindicaciones (la mano que pide) y su conquista como concesiones (la mano que da), solo queda como salida la mano que toma: la que conquista y coge. O, como lo decía Deleuze, de forma tan bonita: territorializarnos, desplegando nuestro deseo -conceptualmente, sentimentalmente, prácticamente- en los distintos territorios en que fluye la vida, haciéndonos nómadas cotidianos…

Es esa incitación a tomar las riendas de nuestras vidas, a autogestionarnos, a resolver nuestras cosas (un eco de esa llamada llegaba aún a la afirmación atribuida a Stallman, cuando afirmaba añorar los tiempos en que los hombres eran hombres y desarrollaban sus propios drivers) propia del anarquismo, la que siempre me ha hecho sentirme cercano del pensamiento libertario, del personalismo, del socialismo antiautoritario sin más paraíso que el seamos capaces de crear con nuestras propias manos, ocupando y desocupando el territorio de nuestro deseo …

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