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Blog de Manuel Jiménez Friaza
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Leo Indisposición general. Ensayo sobre la fatiga., un libro de Martí Peran. Es una lúcida crítica a la hiperactividad (capitalista, nietzcheana) y la «autoproducción» (hazlo tú mismo, hazte y rehazte, emprende…) contemporáneas. Leo cosas como esta:
La idea de proyecto es la fórmula retórica que engloba mejor la hiperactividad autoproductiva. La propia vida es concebida como proyecto en lugar decomo biografía. Una vida como devenir biográfico conlleva una sucesión de experiencias con solución de continuidad. En una vida biográfica se cruzan por igual ilusiones cumplidas y desengaños sobre el filo de un tiempo único. La vida bio-gráfica se dibuja de forma paulatina en un trazo continuo. La vida como proyecto, por el contrario, es una vida sometida a la flexibilidad y la atomización. Cada uno de los modos de ser del sujeto de la autoproducción lleva inscrita una fecha de caducidad. Para que se mantenga operativa nuestra inquietud productiva, no podemos detenuernos en ningún modo de aparecer. La visibilidad que nos constituye ha de ser permanentemente reconfigurada.
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Por aquí, por el vecindario, aún veo algunas vecinas hacer la señal de la cruz, de forma recogida, al salir de su casa hacia la calle. Otros, entre los que me cuento, prefieren mirar al cielo, perfilando una panorámica de sol, nubes y viento que les permita adivinar el tiempo meteorológico que van a encontrar en su trayecto.
En realidad, unos y otros eligen aún la mirada de la experiencia, del saber heredado o las creencias mágicas en disfavor del saber encapsulado de la ciencia («he visto en la proyección meteorológica que va a llover a las 9 y 20»), aunque no se le avisará del conductor malhadado que, cinco minutos después, lo arrollará en su conducción temeraria. Nuestras vidas transcurren entre el azar, la mirada sapiencial y el fatum en mayor medida que en el engañoso sentido común del conocimiento científico y el supersticioso brillo electromagnético de las pantallas…
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By J. H. Lartigue
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John William Waterhouse: The Soul of the Rose, 1908
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Es saber común que las personas mayores encogen con los años, que nos hacemos más pequeñitos y frágiles, como descendiendo los escalones que nos llevan a la desaparición final, abrumados por el peso del mundo o el imán insoportable de la gravedad…
Lo que no sabía hasta hace unos años es que se está produciendo un encogimiento general de los animales de todas las especies, una disminución generalizada de su tamaño, sin que nadie sepa explicar exactamente por qué. En un cuaderno de notas tengo el siguiente recordatorio tomado de alguna publicación, creo que el diario El País:
Los ratones de campo (Apodemus sylvaticus) del parque nacional de Doñana pesan hoy un tercio de lo que pesaban hace 40 años. Las salamandras de mejillas grises del norte (Plethodon montanus) de los montes Apalaches (EE UU) han encogido un 8% desde 1960. Los salmones del norte de Finlandia (Salmo salar) son más pequeños y llegan antes a la madurez sexual que hace cuatro décadas. Y uno de los gigantes del mar, la ballena de los vascos (Eubalaena glacialis), ha mermado más de un metro desde los años ochenta. ¿Qué está pasando con los animales?
Y al final, subrayado:
trabajos recientes han demostrado que cuanto más grande es el animal, más en peligro está la especie.
Se puede imaginar la razón con facilidad, aunque no es menos inquietante: a menor tamaño menos consumo de energía y menor necesidad de alimento o combustible. Quizá también mayor disposición a compartir el espacio vital habitable y los medios de subsistencia cada vez más reducidos. Tal vez, me preguntaba yo, sería otra manera de reducir la agresividad y, por tanto, las guerras…
No son pocas las ventajas de ser más pequeños. Al final de aquella anotación tenía escrita en mayúsculas una consigna desesperada: ¡Encojamos! Lo que en la neolengua podría ser equivalente a esta otra: ¡Decrezcamos! Que así sea.
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Yo es que «sufro» con el español hablado y escrito contemporáneo, tanto como me enfada la norma académica del ESPOFCON. Al hilo de mis lecturas de De los nombres de Cristo, de Fray Lus de León, que me hacen llorar de placer, por el español «radiactivo» en que está escrito, me dan ganas de llamar a esta otra lengua castellana menesterosa de ahora «lenguaje de rufianes», como hizo Benjamin con la jerga de los filósofos de su tiempo…
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A pesar de que tanta gente lo cree, el universo (o la Historia, si pensamos en nosotros) no tiene ninguna finalidad: basta mirar el inmenso cielo estrellado una noche de verano para comprenderlo. Tampoco creo en la utilidad ni enseñanzas del sufrimiento:
¿Qué enseñanzas puede extraer de sus penurias uno de estos niños supervivientes de una patera, que va a pasar años en centros de internamiento y que acabará sus días en un suburbio de cualquier ciudad europea, con suerte? Lo único que hay que hacer con el sufrimiento y el dolor es luchar contra ellos o hurtarlos si se vuelven inapelables..
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